blog keiko español 30 septiembre 1 Educación Ambiental

La primera vez que vi a Keiko, fue en Reino Aventura en el año 1985.

En ese entonces, no se sabía lo que hoy se sabe sobre las Orcas en cautiverio.

Tenía 8 años de edad cuando mis papás me llevaron a Reino Aventura, un parque de diversiones en la Ciudad de México donde la principal atracción era Keiko, una Orca en una alberca que en ese entonces me parecía enorme.

Recuerdo que nos sentamos no muy lejos de la orilla de esta “inmensa” alberca porque queríamos ver el show lo más cerca posible. No podría describir con lujo de detalle todos los trucos con los que nos sorprendió Keiko, pero sí recuerdo el momento más emocionante del espectáculo: darle un pescado a Keiko desde una plataforma.

keiko en reino aventura 1

Keiko en Reino Aventura, parque de diversiones en la Ciudad de México donde permaneció cautivo durante 11 años. Fotografía: Cortesía Keiko the Untold Story.

Keiko en Reino Aventura, parque de diversiones en la Ciudad de México donde permaneció cautivo durante 11 años. Fotografía: Cortesía Keiko the Untold Story.

La entrenadora hizo la pregunta más emocionante que alguien haya hecho a mis 8 años: “¿Quién quiere darle su pescado a Keiko?”. Salté una y otra vez levantando mi mano soñando con el momento más maravilloso de mi corta vida. La entrenadora recorrió con su mirada al público y finalmente detuvo su mirada en una niña emocionada hasta los huesos. No fui yo. Sobra decir que salí del show de Keiko con el corazón destrozado.

En Reino Aventura

Visité Reino Aventura, (hoy Six Flags) en 1983. Cornelio era la mascota de este parque de diversiones.

Visité Reino Aventura, (hoy Six Flags) en 1983. Cornelio era la mascota de este parque de diversiones.

“Quiero ser entrenadora de Orcas”

“Cuando sea grande, quiero ser entrenadora de Orcas”, le dije a mi mamá. En ese entonces vivíamos en Aguascalientes, así que mi reencuentro con Keiko, no sería hasta mis años de adolescencia.

La idea de entrenar Orcas, seguía rondando en mi cabeza. Pensaba en lo maravilloso que sería convivir con un animal así, todo el día. Subirse en él, dar de vueltas en la alberca, darle pescado, pero sobre todo, muchos besos. “¡Qué ganas de besar a Keiko!”, pensaba.

keiko en reino aventura con público 1

Keiko trabajó todos los días para entretener al público Mexicano durante 11 años, hasta que Free Willy salvó su vida. Fotografía: Cortesía de Keiko the Untold Story.

Keiko trabajó todos los días para entretener al público Mexicano durante 11 años, hasta que Free Willy salvó su vida. Fotografía: Cortesía de Keiko the Untold Story.

En 1993, una década después, regresamos a Reino Aventura para que mi primo menor viera a Keiko “en acción”. La primera cosa que noté fue el tremendamente reducido espacio en el que estaba. Daba vueltas y vueltas en esta alberca que 10 años antes me parecía inmensa. Keiko siguió las instrucciones de la entrenadora mientras yo no le quitaba los ojos de encima a él (si, era macho). “¿Por qué tiene la aleta doblada?”, pregunté a mi mamá. “No tengo idea”, respondió.

Salimos del show, esta vez no grité para darle su pescado, ni brinqué para que la entrenadora me eligiera. Tampoco lloré, pero sí salí con una sensación de tristeza.

keiko en reino aventura aleta dorsal 1

A mi segundo regreso, noté la diferencia entre la aleta dorsal de Keiko y la de Orcas en libertad. Nadar en círculos y el reducido espacio en el que viven las orcas en cautiverio, hacen que la aleta dorsal colapse. Fotografía: Cortesía de Keiko the Untold Story.

A mi segundo regreso, noté la diferencia entre la aleta dorsal de Keiko y la de Orcas en libertad. Nadar en círculos y el reducido espacio en el que viven las orcas en cautiverio, hacen que la aleta dorsal colapse. Fotografía: Cortesía de Keiko the Untold Story.

“Ya no quiero ser entrenadora de Orcas”

Poco tiempo después de esa visita incómoda, regresé a Reino Aventura con mis amigos de prepa y lo primero que quise hacer fue ver a Keiko.

Durante toda mi infancia mi mamá me vistió y peinó como muñeca. No es exageración. Un día, me vistió para ir a una fiesta con un vestido que combinaba con los zapatos y mis listones. “Me voy a bañar, no tardo”, dijo. Yo apenas tenía un año y medio. Al salir del baño, mi mamá me encontró metida en una cubeta llena de agua (mi primer encuentro con el buceo). Justo así vi a Keiko, como una Orca metida en una cubeta.

Nuevamente salí con el corazón destrozado, como esa niña de 6 años que no fue elegida para darle su pescado a Keiko. Esta vez, mi llanto no era por mí, era por él.

¡Liberan a “Willy”!

Muchos Mexicanos supimos que el protagonista de Liberen a Willy, (Free Willy, 1993) fue Keiko. Esta película no solamente lo hizo famoso en todo el mundo, también le cambió la vida en muchos aspectos que revelaré un poco más adelante. Me enteré de su partida una noche, cuando mi mamá veía el noticiero. Recuerdo estar de pie en la cocina, llorando un mar de lágrimas mientras veíamos el traslado de Keiko de esa “cubeta”, al aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Lloré tanto, que mi papá no paró de burlarse de mí y de mi desgracia.

Supe que se iba a Oregon, pero también habían rumores de que lo quería comprar Michael Jackson, así que en mi mente hubo un cruce de información que permaneció nublada hasta el año 2011.

La muerte de Keiko

El 12 de Diciembre del 2003 estaba en mi escritorio esperando a que fuera la hora de la comida. Ya había terminado de escribir mis notas para MURAL, un periódico en Guadalajara donde trabajaba como reportera de sociales, cuando me puse a ver las noticias de agencias como AP, Reuters y AFP.

“Keiko dies” (Muere Keiko), leí en un encabezado. Leí la nota completa y, para mi asombro, Keiko había muerto en Noruega. “¿Pero en qué momento llegó Keiko a Noruega?”, pensé. La noticia me cayó como balde de agua fría.

Llamé a mi mamá para darle la noticia y me salí del periódico para llorarle a Keiko.

Animales en cautiverio

Luego de vivir tres años en Sudáfrica, en donde trabajé como camarógrafa y editora para Animal Planet, regresé a México en Mayo del 2010 por un tema del que hablaré en el libro que tengo el propósito de publicar muy pronto.

Mi regreso a México fue muy complicado. Me pasó lo opuesto a la primera vez que pisé África y supe que estaba en donde pertenecía. México me parecía un país desconocido y al que no pertenecía. El regreso a la civilización luego de permanecer en el corazón de Sudáfrica, rodeada de naturaleza, animales, era mi paraíso. Nada de tráfico, excepto el de los elefantes o jirafas cruzando el camino de tierra. Nada de centros comerciales, nada de ruido, nada de basura. Leí como nunca había leído en mi vida y dormía con el canto de un búho que todas las noches se paraba en la punta de mi casita mientras los leones rugían en la distancia para anunciar el comienzo de su jornada nocturna.

Si a eso agrego que mis amigos ya estaban todos casados y con hijos, me sentí como un elefante en un zoológico. Dejé de ser yo, igual que ese elefante en un zoológico que no camina los kilómetros que camina diario. Igual que ese elefante que ya no respira la tierra africana, que no se comunica con su manada con esos sonidos que provienen de su cuerpo y que hacen retumbar la tierra.

Todo esto, lo aprendí en África. Valoré como nunca la libertad de los animales. He tenido la fortuna de ver a animales africanos en su hábitat siendo lo que son, haciendo lo que tienen que hacer. A partir de mis vivencias en África y de mis buceos en aguas abiertas (soy buza desde hace 19 años), los zoológicos, acuarios, aviarios, todos los sitios en donde los animales viven encerrados, fueron eliminados de mi lista de preferencias.

Si he de aprender sobre un animal, o tengo ganas de saber cómo se comportan, veo documentales y leo sobre ellos. No necesito verlos en un zoológico o en un acuario. Les pongo un ejemplo: he escuchado el rugido de un león en cautiverio y el de un león en África y son completamente diferentes. El del león salvaje es tan, tan poderoso, que duele el tímpano. Vibra todo el cuerpo. La primera vez que grabé a un león rugiendo, tuve que taparme los oídos. En cambio, la vez que escuché a un león en cautiverio rugir, pensé que estaba vomitando. He visto el cuerpo atlético de un león que todos los días está en constante movimiento y tiene que cazar para sobrevivir. También he visto el cuerpo de un león enjaulado que acumula grasa debajo de su vientre y come patas de pollo. Ese no es un león.

Keiko, the Untold Story

En el año 2011 re-encontré a Keiko. Buscaba trabajo y navegaba en las redes sociales cuando apareció en mi Facebook la página de Keiko, the Untold Story of the Star of Free Willy (Keiko, la Historia Nunca Antes Contada de la Estrella de Liberen a Willy). Inmediatamente entré a ver esta página y descubrí que era un documental sobre Keiko. “¡Qué maravilla! ¡Por fin voy a saber qué pasó con Keiko! ¡Necesito contactar a los Productores para traer este documental a todas las escuelas de México!”, pensé.

poster keiko the untold story

Keiko, The Untold Story of the Star of Free Willy es un documental que cuenta la historia de una de las Orcas más queridas del mundo.

Embajadora de Keiko the Untold Story

Luego de muchos correos intercambiados entre la compañía productora y yo, y de muchos contratos revisados, fui nombrada Embajadora de este galardonado documental. Mi labor: llevar la historia de Keiko a las escuelas de México para compartir con niños, jóvenes, y padres de familia, lo que sucedió con él cuando se fue de Reino Aventura.

 

keiko poster for public talk

En 2015, visité John F.Kennedy School, en Querétaro, donde durante una semana compartí con los estudiantes de sexto de primaria a tercero de preparatoria la vida de Keiko. Póster: Cortesía JFK School.

No sé ustedes, pero yo, gran fan de Keiko, no supe qué pasó con él después de que se lo llevaron a Oregon. En ese entonces no existían las redes sociales y apenas comenzaba internet. Fue hasta el 2011 cuando vi este documental y supe no solamente lo que pasó con él después de vivir en México, también lo que le sucedió antes.

Lo que aprendí de Keiko

Este es el primer punto que quisiera compartir con ustedes: Keiko no era Mexicano como muchos creen, nació en Islandia, donde fue separado de su familia a los 2 años de edad. MarineLand, un detestable parque de diversiones en Canadá que aún mantiene a una orca en cautiverio llamada Kiska y a quien hemos visto golpeando su cara contra el cristal del tanque, ordenó la captura de 4 orcas para utilizarlas en sus “shows” en 1979. Desafortunadamente, Keiko fue capturado “sin querer”.

Keiko llegó a este parque siendo un bebé recién separado de su madre y de su familia, y “lanzado” en un tanque en donde las otras orcas lo acosaron. En pocas palabras, Keiko sufrió de “bullying”. Las Orcas, igual que los lobos y los elefantes, son animales sumamente sociales, con familias perfectamente organizadas. Sacar a Keiko de su núcleo familiar fue como si un hijo es secuestrado de su familia a la edad de 2 años. Así es, las Orcas y los humanos vivimos casi lo mismo (una hembra puede vivir hasta los 90 años) y tenemos el mismo lazo con nuestros abuelos, padres, hermanos, tíos y primos que las Orcas.

MarineLand, sin saber qué hacer con él, lo ofreció al primer parque que levantara la mano. Reino Aventura pagó $350,000 dólares por él.

Técnicas de Captura de Orcas, AQUÍ

 

La realidad del cautiverio

En estos 11 años como Embajadora de este documental, me he enterado de las cosas más atroces sobre la vida de Keiko y la de muchas Orcas que permanecen en cautiverio por la avaricia de Sea World (Estados Unidos), MarineLand (Canadá), Loro Parque (España), Mundo Marino (Argentina), y muchos otros parques de diversiones en donde disfrazan esta crueldad como una experiencia “entretenida y educativa”.

Keiko vivió en un tanque en donde apenas cabía, con agua de la llave de la Ciudad de México a la que le agregaban sal de mesa para igualarla a los nutrientes del mar, lo cual es imposible. Mas bien era una desastrosa receta para “cocinarlo”, porque además de ponerle sal, el agua estaba a una temperatura en la que el pobre se cocía a fuego lento.

Conozco muchos más detalles de la vida de Keiko y de los importantes cambios en su salud, pero prefiero que los expertos que se encargaron de su regreso a Islandia, país donde nació y al que tuvo la fortuna de regresar, se los cuenten de primera mano.

Ver a Keiko aquí con subtítulos en Español

Keiko en tu escuela

Hemos realizado un paquete maravilloso para que Keiko y yo podamos visitar escuelas. Además de proyectar el documental, participo en una sesión de preguntas y respuestas.

Para enriquecer más el aprendizaje de los niños y jóvenes, también desarrollamos un Manual de Actividades maravilloso. Pueden verlo en este enlace.

keiko screening auditorium

Keiko y yo en el auditorio de la escuela JFK, Querétaro. Fotografía: Adrián Cásares, 2015.

Viva la Libertad

Quisiera cerrar este blog con una reflexión sobre la libertad. Durante los últimos 2 años y medio he vivido cautiva, como Keiko. Dando vueltas en un solo lugar en el que me hace falta espacio, libertad de tomar decisiones, libertad de hacer lo que hacía antes de la pandemia. He leído en páginas que luchan por la libertad de los animales en cautiverio, que dicen: “si nosotros permanecimos cautivos durante casi dos años, imaginemos lo que es permanecer cautivos toda una vida”. Ese es el caso de todos los animales encerrados, no solamente el de las orcas, delfines, leones marinos, morsas, leones, elefantes, lobos… la lista es extensa.

Uno de mis grandes sueños es ver lobos en Alaska. Mientras llega ese día, si es que llega, prefiero verlos en documentales y en libros porque sé que ese lobo en el zoológico es solamente una imagen física porque su esencia, su naturaleza, su ser, le ha sido arrebatada.

¿Qué puedo hacer yo para que los animales dejen de ser capturados y explotados para “entretenimiento” humano? Muy sencillo: dejar de ir a estos lugares. Tomar esa decisión no me afectó en mi vida y no perdí nada, al contrario, sentí el poder que tengo para que esta cruel industria desaparezca de una vez por todas. Estoy convencida de que es mucho más gratificante para mí sentir que gracias a una persona menos en esos lugares, pronto, muy pronto, las Orcas no tendrán que dar vueltas, y vueltas, y vueltas en un solo lugar durante el resto de sus días.

Agradezco infinitamente que gracias a la película Liberen a Willy, niños de todo del mundo hayan levantado la voz para que Keiko regresara a Islandia. Y si Keiko murió tres años después de llegar a Islandia, me parece maravilloso que sus últimos días hayan sido en el mar y no en una cubeta. Deseo lo mismo para el resto de las Orcas en cautiverio, que si las hemos explotado tanto, por lo menos les demos el derecho de vivir sus últimos días en santuarios donde ya no tengan que actuar, en donde por lo menos tengan el derecho de morir en el lugar al que pertenecen.

Karla.

Dedico este blog a Mark Berman, héroe que orquestó el regreso de Keiko a Islandia, y a Theresa Demarest, Directora y Productora del documental del cual soy orgullosa Embajadora.

keiko mountains and rainbow

Keiko en Noruega, 2002. Cortesía: Keiko the Untold Story

Documental de Keiko Aquí

Keiko en las redes sociales

Puedes seguir a Keiko en Instagram, Facebook y Twitter.

2 Comentarios

  • Maravillosa nota, que conmueve hasta las lágrimas. Tan real, tan cierto. Cada palabra, cada frase, cada vivencia, cada sentimiento.
    Gracias Karla por darme la oportunidad de conocerte y haber cruzado nuestros caminos para defender a los animales en cautiverio Gracias por contar hoy con tu hermosa amistad.
    Te quiero y te admiro.

    • María Rosa querida, gracias a ti por tu incansable labor, por traer justicia a todos los animales que son explotados y maltratados. Te admiro muchísimo. Espero que muy pronto podamos conocernos en persona. ¡Te quiero!

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