Tedxmérida Educación Ambiental

A los 19 años comencé a fumar como un acto de “rebeldía”. Recuerdo que le pedí a un amigo que por favor me enseñara cómo y desde el primer golpe, lo odié.

Mis papás se estaban separando y me pareció una “buena idea” comenzar a fumar. Cuando le di el primer golpe al cigarro, obviamente, tosí. Toser me recordó por qué, desde niña, he sentido asco por el cigarro. Aún así seguí intentando hasta que finalmente dejé de toser.

Aproveché ese momento y me aferré al cigarro. Me obligué a que me gustara. Llegué a fumar dos cajetillas diarias. Sí, dos. Si iba a fumar, tenía que hacerlo bien, como todo lo que hago en mi vida: con completa entrega. En este caso, me entregué al peor hábito que he tenido en mi vida.

Pasaron los años y seguí fumando. Terminé la carrera y entré a trabajar a un periódico en Guadalajara en el que se prohibía fumar dentro de las instalaciones. Poco a poco fui disminuyendo mi consumo hasta que finalmente llegó el día en el que me di cuenta de lo incongruente que estaba siendo con mi cuerpo.

En una boda, sentada en la mesa con mis amigos, abrí mi cajetilla de cigarros nueva. Tomé un cigarro, lo encendí y le di el primer golpe. Inmediatamente sentí náuseas y un asco que llegó hasta la más mínima partícula en mi ser. Apagué el cigarro, tomé la cajetilla y se la pasé a un amigo sentado a mi derecha.

“Toma, te regalo mi cajetilla”, le dije. “En este momento acabo de dejar el cigarro”.

Mi pelo, mi aliento, mi ropa y mis dedos dejaron de oler a cigarro. Dejé de ser un cigarro.

Si durante 5 años fumé dos cajetillas diarias, esto quiere decir que fumé 73,000 cigarros en total, ¡pero jamás tiré una colilla al suelo!

Esa boda en la que dejé de fumar fue hace 16 años, tiempo en el que no he vuelto a tocar un cigarro. En ese entonces tenía un novio que no fumaba y que siempre me pedía que dejara de fumar. Ya se imaginarán lo feliz que fue cuando semanas después de haber dejado este vicio le anuncié que ya no fumaba. ¡Ya no iba a besar y abrazar a un cigarro!

14 años después… ¡a limpiar colillas!

Hace más de un año y medio mi amigo Kay Honig me invitó a una limpieza de playa en la que acepté participar con muchísimo gusto. Siempre me ha gustado limpiar playas, así que ese día, el 4 de Febrero de 2018 llegué con mi cubeta con las leyendas: “Tu playa no es cenicero” y “Your beach is not an ashtray”.

Tu Playa No Es Cenicero

Kay, Nadia y yo minutos antes de comenzar la limpieza que cambió mi vida en Playa del Carmen.

Cansada de ver tantas colillas de cigarro en las playas, decidí enfocarme 100% en este residuo que tanto daño hace no solamente a los humanos, también al Planeta. Tenía la intención de llenarla con 300 colillas, pero gracias a Lauro Reyes, un guarda vidas que nos vio pasar, llenamos esa cubeta con más de 3,000 colillas.

Ese día fue el inicio de una de las aventuras más hermosas (y tóxicas) desde que llegué a Playa del Carmen.

Desde entonces desarrollé un nuevo vicio: levantar colillas de cigarro de playas y calles.

Una colilla de cigarro, contamina 50 litros de agua dulce y 8 litros de agua salada

¿Y ahora qué hago con tantas colillas?

“Hay una empresa que hace macetas con colillas de cigarro”, dijo un voluntario el día en el que Lauro nos entregó miles de colillas que él mismo levantó durante 6 meses en la playa del hotel donde trabaja.

Regresé a casa decidida a encontrar a esta empresa que hace macetas. Pregunté en mis redes sociales y una amiga me respondió: “se llaman Verde Halago, esta es su página”.

Les escribí inmediatamente, a pesar de ser Domingo. Dos minutos después me respondieron y desde entonces hemos levantado miles de colillas de cigarro en la Riviera Maya.

TEDxMérida

Desde mi regreso a México luego de 3 años como camarógrafa en Sudáfrica para Animal Planet y de colaborar para National Geographic, comencé a dar conferencias en escuelas sobre mi amor por el Planeta y la importancia de cuidarlo y respetarlo.

Mudarme a Quintana Roo ha sido la mejor decisión desde que regresé a México. He conocido a personas maravillosas, gente comprometida con el medio ambiente y con la comunidad.

Uno de ellos es Pepe Urbina, un hombre que lucha por el bienestar de los tiburones toro y que años atrás dio una conferencia en TEDxUPP, una universidad en Mérida.

Conocí a Pepe en un café para hablar de su labor con el tiburón toro y después de ese día nos hicimos amigos. Lo invité a una de mis conferencias y al salir me dijo: “te voy a recomendar con TEDx en Mérida”.

Nuestro Planeta está fumando

Durante 2 meses pensé en el tema. El sueño de dar una conferencia en TEDx estaba por cumplirse y mi cabeza era un torbellino de ideas. ¿Hablo de África, del elefante y el borrego, de las limpiezas de playa, de las colillas de cigarro?…

Meses de entrenamiento, varias correcciones a mi texto y muchos días repitiendo mi conferencia (hasta en mis sueños, se los juro), finalmente llegó el día en el que pude ponerme de pie en su escenario.

Finalmente pude estar en esa alfombra roja, con esas pantallas frente a mí con un reloj que cuenta el tiempo y que en ningún momento me detuve a mirar.

Finalmente pude dar la voz a quien todos los días me cuida, me da vida, me protege y me respeta.

Finalmente pude prestarle mi voz al Planeta.

 

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